El mercado inmobiliario argentino está cerrando el 2025 con una sensación que no se percibía desde hacía tiempo: volvió la actividad. No fue un año eufórico ni lineal, pero sí marcó un quiebre respecto del largo ciclo de parálisis, retracción y expectativas frustradas que dominó la escena previa. Sin embargo, ese regreso del movimiento vino acompañado de un mensaje claro: el negocio cambió y ya no hay lugar para la improvisación.
Durante 2025, el aumento del volumen de operaciones fue una realidad tangible, especialmente en los grandes centros urbanos. Las escrituras crecieron, el diálogo entre compradores y vendedores se reactivó y, sobre todo, volvió la idea de cierre posible. El mercado dejó de ser un espacio de mera publicación para transformarse nuevamente en un espacio de negociación real.
El gran catalizador fue el regreso del crédito hipotecario. Aunque todavía limitado y concentrado geográficamente, su impacto psicológico fue enorme: reintrodujo previsibilidad, amplió el universo de compradores y obligó a profesionalizar procesos. Vender con hipoteca exige documentación, tiempos, coordinación y asesoramiento técnico concreto. Para muchos operadores, 2025 fue el año en que hubo que “volver a estudiar” cómo se hace una operación inmobiliaria completa.
En paralelo, los precios en dólares dejaron atrás la caída permanente. En mercados como la Ciudad de Buenos Aires, 2025 mostró un rebote moderado pero sostenido del valor del metro cuadrado, más vinculado a una recomposición que a una burbuja. El dato clave es que el mercado se volvió selectivo: las propiedades bien ubicadas, bien presentadas y correctamente valuadas encontraron demanda; el resto siguió detenido y fuera de mercado.
Este fenómeno dejó una enseñanza central: el precio dejó de ser una expresión de deseo. La información, los comparables y los tiempos de absorción pasaron a ocupar un rol central. En 2025 se vendió mejor, pero se vendió con criterio.
Durante 2025, el elevado costo de los materiales de construcción se consolidó como uno de los principales condicionantes del desarrollo inmobiliario. Con insumos clave manteniéndose altos en dólares y con escasa previsibilidad, se produjo un cambio relevante en la ecuación del comprador: en muchos casos resultó más conveniente adquirir una unidad nueva o casi a estrenar que ingresar a un proyecto en pozo. El descuento histórico asociado a la preventa perdió atractivo, afectando directamente el ritmo de absorción de los desarrollos en etapas tempranas.
Este escenario impactó también de lleno en el mercado de lotes. La suba de los costos de obra desincentivó la compra de tierra para construir y, en numerosos barrios cerrados y countries, se observó una baja significativa en el valor de los lotes, producto de la falta de demanda y del peso creciente de las expensas en propiedades inmovilizadas. Mantener un lote sin posibilidad inmediata de construcción dejó de ser una opción viable para muchos propietarios, forzando ajustes de precio.
Hacia adelante, si los costos no se reacomodan o no aparecen mecanismos de financiamiento más eficientes para la construcción, es probable que el mercado continúe privilegiando producto terminado, mientras los desarrollos en pozo y la venta de lotes atraviesan un proceso de reconfiguración.
Otro de los grandes cambios del año fue la consolidación del ecosistema PropTech. La tecnología dejó de ser un discurso aspiracional para transformarse en infraestructura operativa. La inteligencia artificial se integró al trabajo cotidiano de miles de inmobiliarias: generación de contenidos, atención inicial de consultas, organización de leads, seguimiento comercial y apoyo directo al agente.
A esto se sumó la normalización de los tours virtuales, el home staging digital, la firma electrónica en contratos privados y una mayor trazabilidad de los procesos comerciales. En 2025 quedó claro que la ventaja competitiva no está en “tener tecnología”, sino en saber usar datos. Las inmobiliarias con información ordenada crecieron; las demás quedaron expuestas.
El mercado de alquileres tuvo un año intenso. La flexibilización contractual vigente desde fines de 2023 siguió mostrando efectos: mayor oferta, contratos más diversos y ajustes más frecuentes. Pero 2025 también dejó en evidencia una tensión social creciente. En muchas zonas, los valores aumentaron por encima de la inflación, reabriendo el debate público sobre el acceso a la vivienda y el rol del Estado.
El sector quedó, una vez más, en el centro de una discusión que excede lo inmobiliario y se adentra en lo político y lo social. Un debate que, sin dudas, continuará.
Hacia la segunda mitad de 2025 comenzó a instalarse con fuerza un tema que promete dominar la agenda de 2026: la posible desregulación del mercado inmobiliario y la idea de una colegiación profesional voluntaria.
El planteo no es menor. Implica discutir si el acceso a la actividad debe seguir estando mediado por esquemas obligatorios o si el mercado, acompañado por reglas claras de responsabilidad civil, información y defensa del consumidor, puede autorregularse. Para algunos, se trata de una oportunidad para modernizar el sector, bajar barreras de entrada y fomentar la competencia. Para otros, representa un riesgo de precarización y pérdida de estándares profesionales.
Lo cierto es que 2025 dejó una señal inequívoca: la legitimidad ya no se construye solo desde la matrícula, sino desde la capacidad real de brindar un servicio profesional, transparente y eficiente. Aun en un escenario de colegiación voluntaria, creemos que la actividad inmobiliaria debe seguir siendo ejercida por corredores inmobiliarios, con una formación obligatoria más enfocada en lo realmente útil y necesario. A partir de allí, la adhesión a los colegios profesionales debería ser una decisión voluntaria, basada en el valor concreto que dichas instituciones aporten al ejercicio diario de la profesión.
El balance de 2025 es contundente: el mercado inmobiliario volvió a moverse, pero ya no es un negocio de inercia. Es un negocio de método, datos, tecnología y formación continua. La posible desregulación no elimina la necesidad de profesionalismo; por el contrario, la vuelve imprescindible.
Tal vez esa sea la mayor enseñanza del año: en el nuevo real estate argentino, no sobrevive el que más publica, sino el que mejor entiende lo que está haciendo.
Y esa discusión, sin dudas, recién empieza.
Por Mariano García Malbrán, Presidente de CAMESI.
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