Habla bien de la FGR la decisión que tomó ayer en el caso de María Amparo Casar. Porque se trató, antes que nada, de un elogio a la sensatez jurídica. Cualquier abogado pulcro sabrá que no hay fondo en la litis emprendida en contra de ella por la FGR en tiempos de Alejandro Gertz y empujada en las mañaneras de López Obrador. No lo hay en ninguno de los tres juicios: el administrativo, el civil (le pide reparar con sus hijos un supuesto daño al erario del orden de 50 millones de pesos por una pensión de viudez), el penal (por un supuesto uso ilícito de facultades y funciones en que ella, la viuda, habría operado sobre dos exfuncionarios de Pemex a quienes no ha ni de conocer). María Amparo y su familia enfrentaron sin sobresaltos en días pasados tres audiencias civiles en la Ciudad de México. Entonces alguien programó y filtró que el próximo martes 16 tendría que acudir a una audiencia de imputación en el juicio penal, con el riesgo de la cárcel siempre latente. Ahí se atravesó la FGR, de Ernestina Godoy, para anunciar que “analizará detalladamente la indagatoria”. Por lo mismo, la audiencia del martes se pospuso y, creo, será difícil que un día se reponga en los términos en que se tenía planeada. “La acusación del oficialismo en contra de María Amparo es una reiterada e ignominiosa venganza política para castigar a una ciudadana de ejemplar lucidez e integridad”, escribió Raúl Trejo Delarbre. Completamente de acuerdo: fue hostigamiento llano, tensión extrema, violenta, desde el poder. Por todo eso, en ésta, contigo, María Amparo. De razón, de corazón.


