Trump va por todo en su estrategia de política exterior. Como en los tiempos de Theodore Roosevelt, el mundo se le presenta a su antojo. Pretende el dominio total del acontecer global. Y por lo visto, la práctica, antes que la estrategia, lo muestra en plenitud. Washington se prepara para ejercer un nuevo sistema de control que le permita dominar las diferentes regiones del mundo. La Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) que publicó la Casa Blanca en días pasados establece con toda claridad este planteamiento. Estados Unidos utiliza el poder económico, incluidas amenazas de fuertes aranceles para imponerse. Además, ya no se descarta el empleo de la fuerza militar para lograr su cometido, incluso contra aliados. El documento evidencia el espíritu de la máxima expresada por el gobierno de Trump: Estados Unidos primero. Trump defiende una visión distópica del mundo en la cual el orden internacional liberal es reemplazado por una sucia forma de llegar a acuerdos basados únicamente en la fuerza y el dominio de Washington. Mientras la estrategia de anteriores presidentes era hacer del mundo uno seguro para la democracia, la versión de Trump se ve más inclinada a hacer este mundo seguro para el iliberalismo. La ESN es quizás el primer documento de política exterior del movimiento MAGA (Make America Great Again) y será un documento base para la expansión de la política de dominación que Washington quiere imponer en las diferentes regiones a que se refiere, a saber Europa, América Latina, África y Asia.
En su introducción el documento dice textualmente que “para asegurar que Estados Unidos siga siendo el país más fuerte, más rico, más poderoso y el más exitoso del mundo, en la próximas décadas nuestro país necesita una estrategia coherente y enfocada con relación a como interactuamos con el mundo. Y para hacerlo bien, todos los estadunidenses necesitan saber qué es, exactamente, lo que estamos tratando de hacer y por qué. Después del fin de la Guerra Fría, las élites de la política exterior estadunidense se convencieron de que la dominación permanente de EU del mundo entero, estaba en los mejores intereses de nuestro país. No obstante, los asuntos de otros países son nuestra preocupación sólo si sus acciones amenazan directamente nuestros intereses”.
Así las cosas, la ESN representa un cambio sustancial acerca del papel que EU juega en el orden internacional bajo tres principios: 1) paz a través de la fuerza, 2) realismo flexible y 3) respeto a la soberanía. En esta visión se combinan el realismo clásico, el nacionalismo económico y un enfoque francamente transaccional de las relaciones internacionales en donde los Estados continúan como actores relevantes, pero las instituciones multilaterales son ampliamente prescindibles e incluso se les combate (ver: L. Castro Obregón, La estrategia de seguridad nacional de EU: aliados bajo presión, rivales a la expectativa, El Financiero, 09/12/2025). En este sentido la democracia es utilizada como moneda de cambio para instaurar regímenes autocráticos y de extrema derecha en Europa y en otras regiones del globo. Se alude a la necesidad de que Estados Unidos se mantenga como potencia en el sector industrial, energético, tecnológico y científico. Con una China contenida y una Europa subordinada con las cuales las garantías de seguridad dejan de ser un bien público global y pasarán por el escrutinio y por las relaciones mercantiles que más convengan a EU. Los aliados quedan expuestos a estos acuerdos y sujetos al estatuto de seguridad estadunidense ya expuesto. América Latina es concebida como un anillo para la seguridad estadunidense y en la cual la prioridad es que los países de la región contengan los flujos migratorios, combatan a los cárteles criminales y mantengan un orden democrático que permita darle estabilidad y seguridad a Estados Unidos. Se trata de que los aliados del hemisferio occidental acuerden ser actores confiables y subordinados para Washington, tanto en sus procesos políticos como económicos, y sean garantes de mantener un patio trasero en equilibrio y bajo la presión de esta novedosa estrategia. Según el Economist, la redacción de este documento fue responsabilidad del extremista vicepresidente J.D. Vance, del secretario de Estado y Consejero de Seguridad Nacional, Marco Rubio, del populista antiinmigrante Stephen Miller y consejero senior de la Casa Blanca, de halcones antichinos como Elbridge Colby, subsecretario para políticas del Pentágono, y los negociadores Scott Bessent, secretario del Tesoro y los enviados personales de Trump: Steve Witkoff y su yerno Jared Kushner. Todos ellos firmes afiliados del movimiento MAGA y acólitos cercanos del sórdido empresario inmobiliario.

