Hay de despedidas a despedidas. Están las de los monjes tibetanos, que se van a una montaña y no se vuelve a saber de ellos en décadas, o las de los futbolistas, que anuncian su última temporada una y otra vez, sólo para reaparecer convertidos en comentaristas deportivos o, con suerte, en diputados. El retiro de Andrés Manuel López Obrador se parece más al de los grupos ochenteros o noventeros que anuncian que se van, hasta que los ahorros se agotan e inician la gira del reencuentro. En el caso del tabasqueño el llamado del poder, la influencia y el reflector público debe estarle provocando una comezón insoportable.
El pasado 30 de noviembre, el expresidente rompió su silencio público —porque mudo, lo que se dice mudo, no ha estado detrás de bambalinas— para presentar su libro número 21, Grandeza. Lo hizo desde su rancho en Palenque que, según él mismo se encargó de aclarar, no es un latifundio, sino un modesto terrenito de apenas 12 o 13 mil metros, prácticamente lo mismo que cualquier casa promedio en México y casi del mismo tamaño que una vivienda de interés social.
El libro, según explicó su autor, busca reivindicar a los pueblos originarios del México antiguo, propósito por demás loable. El problema es que, en el camino a la reivindicación, López Obrador barrió de un plumazo con la evidencia y la ciencia para sostener que los sacrificios humanos y el canibalismo ritual fueron inventos de Hernán Cortés para justificar la Conquista, la esclavitud y la avaricia. Arqueólogos e historiadores deberán revisar siglos de trabajo, pues resulta que el mundo lleva siglos engañado por una campaña de desprestigio. Cortés, además de conquistador, habría sido el primer gran arquitecto de las fake news continentales, mucho antes de que existieran las redes sociales.
En el video donde el tabasqueño develó al mundo su nuevo libro, también se dio tiempo para explicar bajo qué circunstancias estaría a interrumpir su retiro. Saldría “si atentan contra la democracia, para defenderla a ella (Claudia Sheinbaum); si hay intentos de golpe de Estado, si la acosan, entonces sí, pero no creo que eso pase; y para defender la soberanía de México”. Hasta aquí, cualquiera podría pensar que se trata de escenarios extremos. El detalle inquietante es que López Obrador no se tomó la molestia de definir qué significa cada uno. La ambigüedad, como siempre, es una herramienta muy versátil y útil para el exmandatario.
De lo que es seguro es que no tendrá que salir a promocionar su libro porque las ventas están garantizadas cuando se tiene a un amigo como el senador Adán Augusto López Hernández, quien decidió que cada uno de los 69 senadores de su bancada necesitaba entre 10 y 20 cajas del libro de su amigo. El resultado, según análisis de los reporteros que cubren la Cámara baja, más de 17 mil copias de Grandeza inundando los pasillos del recinto legislativo, dejando claro que Santaclós es tabasqueño.
Cuando los periodistas hicieron la aritmética elemental, el resultado fue escandaloso ¡7 millones de pesos! se gastó el legislador en el regalo navideño. Inmediatamente empezaron las preguntas incómodas y López Hernández, fiel a su estilo, comenzó a trastabillar que si fue su dinero, que si consiguió precio especial, que si en realidad no eran tantos libros. Sólo le faltó decir que todo era parte de una campaña de desprestigio en su contra y en contra del movimiento de transformación.
Grandeza tiene el éxito asegurado y, de paso, confirma que el libro es sólo el nuevo pretexto para no desaparecer. No sorprendería que Gloria, la siguiente entrega, vea la luz convenientemente cerca de la próxima elección.


