Con su retrospectiva en Fundación Larriviere, Marcos López afirma su lugar como productor de imágenes capaces de instalarse en el centro del arte contemporáneo y los arrabales de la cultura visual a un tiempo. Difícil pensar en una obra más icónica de los primeros 25 años del siglo XXI que su Asado en Mendiolaza (2001), la fotografía compuesta de forma digital de dimensiones casi murales realizada durante un asado real en Córdoba donde los doce apóstoles fueron artistas amigos del fotógrafo y Cristo, un colado que llegó a punto para la última cena reprogramada en asado al rayo del sol serrano.
Lo que confirma su status iconográfico no es tanto la referencia directa a una imagen atávica como La última cena de Leonardo (1494-1498) sino las apropiaciones de la apropiación de López, cuya escena (porque eso es lo que produce) lejos de ser iconoclasta e irreverente, revisa una posible genealogía de la comida como ritual. Lejos de la escatología de León Ferrari que se asumía hereje, la escena de López postula a la de Da Vinci como una disposición coreográfica que repetimos sin pensar.
Así, Marcos López logró lo que pocos (o ningún) artista contemporáneo argentino pudo o supo hacer: una imagen que trasciende su fuente para instalarse como algo propio, reutilizada por fuera del sistema arte como símbolo de una situación ritual argentina (sub-realismo criollo la había subtitulado él) sin referencia alguna a su lejano origen renacentista. Asado en Mendiolaza puede ser visto desde hoy como un meme (un meme físico siguiendo la categoría del francés Francois Jost en el ensayo Dígalo con Memes) cuando aparece ploteado en Parrillón, una parrilla delivery cerca de la estación Liniers (“el tormento del vino artificial y su atmósfera parrillera”, llegan los ecos de “Gil trabajador” de Hermética). En una operación formal de los memes, al Cristo de Mendiolaza se le inserta un globo de cómic publicitario (“…a un pasito de la estación”) aunque fuera del gesto paródico que el meme digital hereda de La Gioconda after Duchamp.
La imagen de López (quien ha recopilado estos usos desviados de su imagen) aparece también en Chimichurri, un steak & grill de Houston que reproduce su imagen como arte decorativo. Los apóstoles de costillar y tinto enmarcados con la solemnidad de las bellas artes y un neón (¿luz divina?) que reinterpreta la fuente clásica: “The last asado”.
Al fin, la apropiación más específica de los memes vino del mismo mundo del arte cuando Ivana Fernández presentó en la 8 Bienal de Fotografía Documental de Tucumán otra versión del asado de (San) Marcos donde los apóstoles fueron cambiados por mujeres que también forman parte del corpus de obra del artista santafecino (muchas de ellas están también en Larriviere). A eso se le agregó una frase: “Perdón Marcos, pero pasaron cosas”. La marea verde feminista, desde ya, sobre la que Ivana Fernández postula que la mesa de la última cena convertida en asado fuera copada por las chicas López (que no son modelos hegemónicas ni mucho menos). Aquí también la escena montada para la fotografía se desentiende de su fuente clásica: el tema no es cuestionar la religión, sino que el asado sea cosa de hombres. ¿Debería hacer el mismo Marcos un remix queer de Mendiolaza? Nah, mejor dejar que la imagen siga su camino y sea apropiada aquí, allá y en todas partes.
*******
Siguiendo con los remixes, esta semana lo que queda de los Rolling Stones presentaron una versión 2025 de “(I can’t get no) Satisfaction” en un joint venture con el DJ productor Fat Boy Slim en el EP Satistaction Skank, donde, sesenta años después, uno de los hit(o)s de la contracultura de los 60 se entrevera con el hit dance “The Rockafeller Skank” (1998). Ninguna de las dos canciones se potencian y el resultado es retro en el peor de los sentidos. Lleva a esos insufribles megamix de los 80 donde nadie pensaba en el DJ como artista y lo que había eran productores envasando los hits de Los Beatles, por caso, en un tempo de dancefloor de fiesta de casamiento.
Más cerca del “Twist and Shout” sonando en Showmatch que de los remixes con derecho a sub género (una operación de despiece y montaje donde el original se somete a una cirugía estética). De todos modos hay algo: el EP hace considerar que el imborrable riff de “Satisfaction” es ya un meme sonoro, a la misma altura que las notas iniciales de la Quinta Sinfonía de Beethoven que denotan suspenso. En este caso están ahí, distorsionadas, las notas de la utopía y posterior desencanto sesentista.
******
En Larriviere me encuentro otra vez con Mario. Una foto pequeña, blanco y negro, que López hizo pasar por fotografía periodística en un concurso, pero en la que ya operaba todo su dispositivo teatral. Mario captura toda mi atención y cada detalle de la imagen me devuelve a mis 12 años. Ni uno más ni uno menos. Es el efecto de Asado en Mendiolaza, pero a escala íntima. No creo que a (casi) nadie le pase esto que me pasa a mí con esta foto de Marcos López.
Mario, el modelo de la foto, está en Che Burguer, el primer fast food porteño en la calle Florida y no creo que haya otro registro de ese lugar que no sea esta foto. Mario, al que un joven López llevó a ese local solo para la foto, posa con una cajita de hamburguesas y papas; tiene anteojos tipo Lennon y lleva puesto indicios de la sub cultura stone, patrimonio de Buenos Aires, de Belgrano a Palomar. El jardinero Little Stone de rigor, un pin con la lengua, el pañuelo de seda india al cuello. Pura historia social inadvertida. Solo faltan aquí los efluvios del patchouli que se disponían para disimular humos que no eran los del asado.


