Ana Ines Martini y Manuel de Abelleyra compartieron casi toda su vida: se conocieron de adolescentes, se enamoraron, se casaron, tuvieron cuatro hijos -hoy de entre 18 y 25 años-; juntos fueron armando una familia, una carrera y muchos sueños en común. Él se convirtió en un exitoso ejecutivo, ella su gran compañera y confidente, siempre cerca, sosteniendo, acompañando decisiones y mudanzas.
Hasta que un día sucedió lo que nadie imaginaba y la tragedia atravesó a la familia. “Me sentí Heidi que se despierta en una realidad muy, muy tremenda”, dice hoy Ana Inés Martini (52), mientras empieza a desandar cómo fue reconstruirse desde el dolor y encontrar un nuevo rumbo.
-Ana, para empezar, hablemos desde donde comienza tu historia.
-Yo nací en Capital. Tengo una hermana menor que, cuando era bebé, tuvo meningitis y quedó sorda, y también tengo un hermano. Vivíamos en Belgrano y fui al colegio St. Catherine ́s Moorlands. Después estudié derecho en la UBA. Soy abogada, aunque nunca ejercí. Es más, ni siquiera busqué mi título: lo mandé a hacer durante la pandemia, pero nunca fui a retirarlo.
-¿Cómo conociste a Manuel?
-Lo conocí en el verano del 89 en Punta del Este, yo tenía 16 años. Él era una bomba. Era jugador de rugby y había sido modelo de Newman, la marca de ropa. Él fue al Labardén, en San Isidro, pero justo estaba terminando el secundario.
-¿Qué estudió Manuel?
-Estudió administración. Empezó en la UCA. Era muy ansioso, o sea que el tema de estar sentado estudiando no era lo de él para nada. Pero sí empezó a trabajar de muy chico en Walmart. La carrera la terminó más tarde, estudiando de noche, porque para él la educación era muy importante.
-¿Qué viste en él que te llamó la atención?
-Era impactante. Tuvimos un noviazgo muy largo, estuvimos de novios como ocho años, aunque cortábamos cada cinco minutos porque los dos teníamos bastante carácter. Éramos muy intensos -y además chicos-, crecimos juntos. Hasta que nos casamos y se terminaron todas las idas y venidas. Es más, me acuerdo que mis amigas me preguntaban si estábamos seguros de la decisión. Nos casamos en el ’97 en la iglesia del Socorro.

-¿Cómo fueron los primeros años juntos?
-Nos fuimos a vivir a Belgrano. Aunque Manuel era de San Isidro, le encantaba Belgrano. De luna de miel hicimos un viaje bastante pretensioso: nos fuimos a Londres, París y New York. No teníamos mucha plata pero a él le habían prometido un aumento y casi que lo hipotecamos. Cuando volvimos ¡no se lo dieron! Fue tremendo, pero la fuimos piloteando. ¡Las tarjetas explotaban! Por suerte, al poco tiempo sí llegó el aumento y nos acomodamos.
-Manuel fue un exitoso ejecutivo y esa faceta es la que se conoció públicamente, pero ¿cómo era en lo cotidiano?
-Era un tipo super inteligente y muy curioso, siempre estaba buscando información. Éramos muy compañeros, muy amigos -claro que cuando volaba todo por el aire, volaba todo por el aire-. Me elegía las mejores series, las películas, la música; estaba en todo. Le encantaba la comida, los restaurantes, siempre probando cosas nuevas. Y amaba sacar selfies; en la familia le decíamos “Selfie Papá”. Era amiguero pero también disfrutaba mucho estar con su familia. Creo que se cansaba mucho en la semana y por eso, los fines de semana necesitaba su refugio, disfrutar de su familia.
En 2016, Manuel de Abelleyra fue reconocido como uno de los 10 CEOs más influyentes de la Argentina por la consultora CIO, y formó parte de los 100 líderes empresariales más relevantes del país, según la medición de Monitor Empresarial de Reputación Corporativa.
Hubo un momento en la vida de Ana y Manuel que le dio otro sentido a todo: la llegada de los hijos. “En el 2000 nació Inés, yo tenía 26 años. En ese momento me replanteé mi carrera. Sabía que de abogada no iba a trabajar porque no me imaginaba todo el día sin ella. Entonces empecé a estudiar traductorado, porque creía que iba a poder trabajar más desde casa. Siempre tuve esto de ser muy madre, y me encantaba el tema de la educación. Jugué a la maestra hasta muy grande”.
-Mientras tanto Manuel seguía trabajando en Walmart.
-Sí. Y en el 2001, antes de que todo explotara en el país, Manuel decidió empezar un master. Para él, la educación era fundamental, la base para poder progresar. Sacó un crédito -otro más, además del de la casa- para hacerlo en Duke. Me acuerdo que yo lloraba por el crédito, pero más allá de la plata, lo que más me angustiaba era que iba a tener que viajar: el máster era mitad online y mitad presencial, así que cada tanto tenía que ir a Carolina del Norte y la otra parte era en Frankfurt. Él ya viajaba muchísimo, y esta nueva situación me generaba mucha angustia.
-¿Y cómo te convenció?
-Yo era bastante miedosa, él me empujó a crecer en lo que es mi forma de ser. Siempre me decía: “Dale Ana”. Hoy estoy agradecida por eso.
-Luego llegó la etapa de expatriados.
-En 2002 nos fuimos a vivir a Arkansas; Walmart lo traslada como expatriado. Yo lloré todo el viaje de ida... pero después la experiencia fue espectacular. Nos fuimos con Inés de 2 años y en 2003 nació Lucas. Allá vivía una amiga mía con su marido, que también trabajaba en Walmart, y entre varios expatriados armamos un grupo impresionante. Luego vino Dimas que nació en 2005. Lo que no me gustaba de Arkansas eran los inviernos, no salía el sol, entonces, como los chicos eran chiquitos en esa estación me alquilaba una casa y venía a Buenos Aires.
-Y se volvieron a mudar...
-Cuando Dimas tenía un mes, nos mudamos a Costa Rica y cuando aún Dimas no caminaba quedé embarazada de Tobías, que nació en 2007.
-Cuatro hijos, qué valiente
-Inconsciente, digo hoy [risas].
-¿Y cómo fue la estancia en Costa Rica?
-Estuvimos un poco más de dos años porque Walmart había comprado una empresa centroamericana. Costa Rica me encantó aunque creo que es un lugar que hubiese aprovechado más con hijos más grandes porque tiene muchos lugares de turismo aventura. Después nos mudamos a Brasil. Estuvimos un año y medio en San Pablo, pero me agarró más cansada, además era otro idioma... En un momento, la empresa le ofreció a Manuel volver a Costa Rica, pero yo ya no daba más.
-Imagino que siempre está el deseo de volver al país
-En realidad no lo pensaba mucho, yo siempre lo acompañaba, confiaba mucho. Los chicos eran chiquitos y eso lo hacía manejable. Además siempre encontrabas un grupo que estaban en la misma situación.
-¿Y cómo vuelven a Argentina?
-Tuvimos la suerte de que lo contrataran de Direct TV Argentina. Volvimos en agosto del 2008 con los cuatro chicos, el menor tenía dos años. Toda la carrera profesional de Manuel fue muy exitosa, siempre fue creciendo. Era un visionario realmente, daba vuelta cualquier cosa. Llegó a ser presidente para Latinoamérica de Direct TV. Su carrera fue impresionante.
-¿Qué sueños tenían como pareja?
-Creo que cumplimos todos nuestros sueños. Me hubiera encantado que llegara al final conmigo. Él vivía la vida full. Yo creo que él vivió su vida en la cantidad de años por tres, vivía todo con mucha intensidad. Y éramos muy compañeros: todos los años que vivimos afuera, él venía todos los días a almorzar conmigo. Nos gustaba mucho viajar y teníamos muchos rituales familiares como salir a almorzar afuera los fines de semana.
-Manuel falleció por COVID en 2021. ¿Cómo ocurrió?
-Él había tenido un accidente en 2018, tuvo una neumonía bipulmonar y le quedó fibrosis pulmonar. Además tenía un poquito de exceso de peso. Manuel tenía residencia uruguaya y allá empezaron a vacunar antes que acá y, como tenía miedo porque era un paciente de riesgo, fue a vacunarse allá. Teníamos una casa en José Ignacio. Pero se contagió de Covid en un almuerzo antes de irse. Me acuerdo que cuando llegó a Uruguay me llamó por teléfono, preocupado porque uno de los que había almorzado con él había dado positivo. Estaba muy preocupado; yo le resté importancia, le dije que no se angustiara, que eso no significaba que necesariamente se fuera a contagiar. Y al final fue el único de la mesa que se contagió.
-Esas ironías de la vida...
-Sí, pero al principio no sabíamos cuán grave podía ser. Él se había quedado muy afectado después de la internación por el accidente y no quería saber nada con la idea de hacerse ver. Pero yo hablaba con él por teléfono y notaba que respiraba mal, así que mandé una ambulancia a verlo y lo internaron.
-Mientras, vos y los chicos en Buenos Aires
-Sí, fue tremendo. Tuvimos que hacer la reunificación familiar y nos fuimos todos: los chicos, mis suegros, los perros... todos viajamos para acompañarlo. Manuel estuvo internado en el sanatorio Cantegril. Y cuando llegamos tuvimos que permanecer unos días aislados, sin poder visitarlo. Estuvo veinte y pico de días.
-¿Llegaste a hablar antes de que lo intubaran?
-Sí. Pero uno nunca cree que realmente puede pasar... aunque hubo señales. Cuando lo internaron mi anillo de casada me hizo una alergia, algo muy extraño, nunca me había pasado. Después, mientras estaba internado tuve un sueño en el que yo estaba en el el cuarto y sentía que el cuarto respiraba y parado frente a mí estaba Manuel y me decía que me amaba. También lo soñó Lucas y le pedía que nos cuide mucho a todos. Los chicos dicen que nunca más se van a olvidar del grito que pegué cuando me dijeron que lo iban a intubar. Cuando por fin pude visitarlo, estaba en el pasillo del hospital y un médico, sin saber que él era mi marido, me dijo: “Ese paciente no sale”. A los dos días Manuel se murió.
Manuel tenía 49 años cuando murió. Después de Walmart, lideró durante más de diez años las operaciones de DirecTV en la Argentina y, entre 2018 y 2019, fue presidente para América Latina. Luego se dedicó a trabajar como consultor externo.
-¿Cómo transitaste el duelo? ¿Cómo saliste adelante?
-Fue muy duro. Al principio pasé por mucha bronca y rabia. Lo primero que pensé fue: “¡¿Para qué vino a vacunarse?!”. Lo más fácil es enojarse. Después, mucha tristeza. De repente, estaba sola con los cuatro chicos y fue muy fuerte: mujer, viuda y sola. Me sentí Heidi que se despierta en una realidad muy, muy tremenda... Me apoyé mucho en la fe, porque si no, ¿de dónde te agarrás? El proyecto de la Casa de niños Emanuel me ayudó a transitar todo el duelo.
“El servicio te saca de mirarte el ombligo. Para mí es una forma de seguir caminando con él en algo que habíamos empezado juntos”, dice Ana antes de contar el proyecto que hoy la sostiene y le da sentido a su ausencia.
“Para Manuel la educación era la base para progresar. Él creció con su familia en Loreto, Corrientes, un pueblo muy humilde, su padre trabajaba en forestación. Yo creo que, en algún punto, sintió la necesidad de salir. Veía la desigualdad... no lo sé con exactitud, pero creo que esa infancia lo marcó y lo impulsó. Por eso, cuando empezó con Escuela Plus, su objetivo fue llevarlo a Corrientes [NdE: Escuela Plus es un proyecto de educación audiovisual impulsado por la Fundación Leo Werthein, que ofrece contenidos y recursos educativos para estudiantes, docentes y familias en toda América Latina]”, explica Ana.
-¿Cuándo y cómo surge la idea de crear un jardín?
-El proyecto de armar un colegio fue en 2018. Siempre tuve una vocación de servicio muy grande. Cuando mis hijos iban al colegio, empecé como madre solidaria dando apoyo escolar en Las Tunas y me di cuenta de que había chicos que no leían ni escribían y muchos eran grandes. En ese entonces, imaginaba poder darles algo más concreto por eso empecé, por mi cuenta, a estudiar Montessori. Conocía el método porque mis hijos habían ido a Montessori en todos los lugares donde vivimos y me había encantado. Terminé haciendo la carrera de guía Montessori y estudié más que para derecho (risas).
-¿Cómo lograron concretarlo?
-Siempre le decía a Manu que teníamos que hacer un jardín de infantes donde realmente pudiéramos hacer una diferencia. Y un día Manuel se puso a buscar terreno y encontró este lugar. Él tenía esa manera de hacer magia; cuando a mi me llevaba un montón de tiempo, Manuel lo conseguía en una tarde. Decidimos empezar con la construcción desde cero, en 2019, porque Montessori tiene requerimientos para las clases muy particulares. El club Newman nos apoyó; ellos pusieron la plata para la edificación.
-Imagino que no es fácil continuar con un proyecto que había sido el sueño de los dos.
-Después de que pasó lo de Manu yo no sabía qué hacer, pero agradezco haberme animado a seguir: el jardín me ayudó mucho a transitar el duelo. Hoy para mí es como un hijo más. De hecho, hace unos años tuve un embarazo ectópico -iba a ser mi quinto hijo- y perder ese embarazo me hizo dar cuenta de cuánto me gusta estar con niños y ser madre. Pensé que tal vez era el momento de dedicarme a otros chicos. Además, también tuve un sueño, escuchaba una voz muy cálida que me decía: “Ya vas a saber qué hacer con Montessori”... Claramente tenía que seguir adelante.
-¿Cómo está Casa Emanuel hoy?
-Atendemos a niños del barrio, de dos a cinco años. Vienen completamente gratis. Son niños humildes, aunque también se acercan niños que de otra manera no accederían a esta educación. Cada detalle en el jardín lo pensé como si fuera para mis propios hijos. Manu me decía: “Vos hacé, que de los sponsors me encargo yo”. Muchos de eso sponsors que tenemos son amigos o trabajaron con él. Cuesta mucho mantener un centro así sin subvención del Estado.
La Casa de Niños Emanuel, el primer proyecto de Fundación Mir, es un centro educativo Montessori para chicos de 2 a 5 años en situación de pobreza, ubicado en Benavídez, provincia de Buenos Aires. Actualmente asisten unos 30 niños, aunque tiene capacidad para 90, y funciona sin subvención del Estado. Allí reciben una educación de excelencia inspirada en la “educación para la paz” de María Montessori, que promueve su confianza, disciplina interior, dignidad y autonomía en un entorno seguro.
-¿Qué significa el nombre Mir y Emanuel?
-“Mir” significa paz en croata. Elegí ese nombre porque soy muy creyente y cuando la Virgen se aparece en Medjugorje siempre dice “Mir”. Y “Casa de Niños Emanuel” porque Manuel siempre decía que su nombre viene de Emmanuel. “Mi nombre es Dios con nosotros”, repetía. Me pareció muy lindo.
-¿Cuál es el sueño para el futuro?
-Me encantaría hacer una primaria. Tenemos la capacidad para más. Manuel me decía: “Este es el primero, va a ser la nave insignia”. Me descubrí mucho más fuerte de lo que creía. Siempre hay que levantarse y seguir.
-Si tuvieras que resumir tu historia con Manuel y la Casa Emanuel en una frase.
-Esto lo soñamos juntos. Me tocó a mí terminarlo y llevarlo adelante. Y estoy segura de que él me acompaña.

