Bolsonaro ungió a Flávio y reabre la disputa por Brasil en 2026

Jair Bolsonaro confirmó su apoyo oficial a la candidatura presidencial de su hijo Flávio Bolsonaro para las elecciones de octubre de 2026. La definición fue comunicada en una carta leída por el senador frente al hospital de Brasilia donde el ex mandatario se sometió a una cirugía por hernia, bajo monitoreo policial y con autorización del juez Alexandre de Moraes.

La decisión sorprendió al mercado, que descontaba un armado detrás de un nombre con mayor recorrido ejecutivo —como el gobernador paulista Tarcísio de Freitas— y dejó señales inmediatas en activos locales, con apreciación del real en la rueda en la que se esperaba una entrevista que finalmente se canceló.

Justicia y política: la sombra del 8 de enero

El respaldo llega con Bolsonaro atravesado por su frente judicial. En 2025, la Corte Suprema ordenó el inicio del cumplimiento de una pena superior a 27 años por su rol en la tentativa de subvertir el resultado electoral, en un proceso que se encuadra en la reacción institucional posterior a los episodios del 8 de enero de 2023.

La misma secuencia judicial alcanzó a ex funcionarios y cuadros de seguridad. En los últimos días, la Corte dispuso detenciones preventivas vinculadas a condenas por el intento de golpe, reforzando el mensaje de que el expediente no quedó circunscripto a los autores materiales de los hechos en Brasilia.

En ese marco, la “transferencia” de capital político hacia Flávio funciona como un mecanismo doble: preservar la marca electoral del bolsonarismo en 2026 y, a la vez, limitar el costo de una candidatura que se articule alrededor de un liderazgo imposibilitado de competir en primera persona.

Lula y Trump: una relación bilateral más áspera

La interna brasileña se despliega, además, en un tablero externo más exigente. En 2025 se registraron fricciones con Washington por medidas comerciales y por señales de intervención política en torno del Poder Judicial brasileño, incluidas sanciones y restricciones de visado asociadas al juez Moraes.

Hubo intentos de recomposición por vía diplomática. El Departamento de Estado informó encuentros bilaterales para encauzar la agenda y explorar una reunión presidencial, mientras Brasil, desde el Palacio del Planalto, insistió en que no aceptará “imposiciones” en la relación con Estados Unidos.

El telón de fondo incluye el enfoque de Lula sobre la región. En la cumbre del Mercosur, el presidente brasileño advirtió sobre el impacto de una eventual escalada estadounidense en Venezuela, una señal que vuelve a marcar diferencias con la Casa Blanca en la lectura de seguridad y estabilidad regional.

Economía: crecimiento sostenido, inflación por encima de la meta

La pulseada política ocurre tras un bienio de desempeño macro más firme que el anticipado. Según el IBGE, el PIB de Brasil creció 3,4% en 2024 (hasta R$ 11,7 billones), luego de una expansión de 2,9% en 2022, y con continuidad en la inercia de 2025: el PIB avanzó 1,4% trimestral en el primer trimestre.

La contracara fue la persistencia inflacionaria. El Banco Central opera con un esquema de metas que fija 3,00% desde 2025, con banda de ±1,50 puntos, pero las proyecciones del FMI para 2025 todavía ubican la suba de precios por encima de ese centro (5,2%), con crecimiento estimado en 2,4%.

En lo fiscal, el gobierno de Lula enmarcó su estrategia en un nuevo régimen que busca converger hacia resultados primarios más exigentes, con una hoja de ruta que apunta a mejorar el balance en 2024–2026. Ese marco es observado por el mercado como condición necesaria para sostener el ciclo de inversión y evitar que la política monetaria quede como único ancla.

La confirmación de Flávio como heredero electoral, con Bolsonaro fuera del juego institucional, reabre una pregunta central para 2026: si la derecha logra unificar oferta sin perder potencia movilizadora, y si el oficialismo puede capitalizar la estabilidad macro relativa en un contexto externo más áspero y con el frente judicial como variable estructural del debate público.

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